Relaciona la teoría de Platón y de Sócrates con el relativismo y el convencionalismo de los sofistas

En esta época la participación ciudadana era fundamental, lo cual aprovechaban los sofistas para desarrollar una gran dialéctica. Se abandonó el filosofar acerca del origen del cosmos, para basarse en la antropología, la lingüística, la política, la justicia y la moral. Los sofistas defendían que cada cultura, e incluso cada individuo, merecían ser estudiados por separado, ya que lo realmente fundamental es el ser humano, no la realidad.

También defendían que no existe la verdad absoluta, ya que cada individuo percibe la realidad de una forma diferente; lo realmente importante es la experiencia individual. La sobrevaloración de los sentidos llevó a un escepticismo epistemológico. Como consecuencia, cuestionaron la forma de sociedad ateniense, las instituciones, la religión y las tradiciones; proponiendo que las leyes se hiciesen según la conveniencia para el legislador sin valor moral alguno.

Platón y Sócrates criticaron duramente esta postura, sosteniendo que hay unas pautas universales y científicas comunes para todos. Creían que existían unas definiciones universales que tenían que ser rigurosas, ya que su objetivo era encontrar el sentido exacto de esas definiciones sin caer en relativismos. También dio importancia a la justicia y la neutralidad, más allá de los casos concretos. La obligación de la sociedad, por tanto, era encontrar esas definiciones y enseñárselas a los demás.

Bajo esto desarrolla el concepto del intelectualismo ético: el principio que dice que el mal humano no es innato y sucede por omisión, por ignorancia. Así, la virtud depende del conocimiento. Esto deriva en personas mas felices y sociedades mas justas.

Para instruir estos conocimientos, Sócrates utiliza la ironía y la mayeutica. La base de estas es que el conocimiento debe ser extraido del interior de cada persona. Este método consiste en dirigir ciertas preguntas para ridiculizar la ignorancia y deducir el conocimiento.