Ortografía francesa
En Francia han sonado las alarmas ortográficas. Varias facultades y escuelas universitarias han decidido implantar este curso unas pruebas de ortografía que todos los estudiantes habrán de superar si quieren obtener el título. 18 universidades han incorporado asimismo a los currículos de los distintos grados una asignatura obligatoria de Lengua destinada al alumnado que ingresa en sus aulas, pues han comprobado que las carencias en el conocimiento de las normas lingüísticas dificultan notablemente el aprendizaje de las otras materias.
Pero, claro, esto pasa en un país preocupado por su cultura. Uno se pregunta si aquí seríamos capaces de tomar una decisión semejante. Cualquier alumno de bachiller francés es un Balzac al lado de su equivalente español. Ha leído a los clásicos, ha producido cientos de composiciones escritas y ha pasado exigentes controles de redacción. En el "curriculum vital" de los aspirantes a empleo ya es habitual adjuntar el llamado "certificado Voltaire" que acredita el nivel de competencia ortográfica y gramatical del aspirante.
Nosotros nos contentamos con quejarnos de lo mal que escriben estos chicos, intoxicados por el vertido tóxico de los SMS que tanto daño están causando al correcto idioma, al parecer. Los mensajes telefónicos se han convertido en el chivo expiatorio de nuestros males, en la explicación única de un neo analfabetismo que hunde sus raíces en otras causas. Los jóvenes -y gran parte de los adultos, entre los que no se excluyen muchos profesores de educación superior- escriben mal porque leen poco o nada, porque han perdido el respeto a un idioma maltratado en la radio, la televisión y la Red, porque no perciben a su alrededor el menor respeto por la palabra.
Hace quince o veinte lustros, el niño que pretendía entrar en los institutos públicos para hacer aquel bachillerato pasaba una prueba de dictado. No podía cometer más de tres faltas de ortografía en un texto con palabras del nivel de «herméticamente» o «convulso», que un servidor recuerda bien porque le visitaron en sus pesadillas de los 9 años hasta que comprobó que había acertado. Hoy un doctorando se queda como si tal cosa después de haber escrito «haber» en vez de «a ver» y «enrroyar» en lugar de «enrollar». Y no suenan las alarmas. Pero, claro, Francia está más al norte, Pirineos arriba.