Filosofía de la Historia: Ciudad terrena y ciudad de Dios.
Al contrario que lo que pensaban los griegos, Agustín defiende el concepto de historia lineal, en el que cada hecho tiene su razón en el proceso histórico.
Agustín escribió La ciudad de Dios para defender a la iglesia de los ataques paganos, que acusaban a los cristianos de la caída del imperio romano y a su actitud de no violencia de debilitar el ejercito.
La caída del imperio romano no significa el fin del mundo, sino el desenlace de una etapa que se dirige hacia ese final. La causa de la caída del imperio no radica en el cristianismo, sino en los placeres y lujos que corrompieron la Roma pagana. La única esperanza de recuperarse era el cristianismo.
En la filosofía agustiniana, la crónica de la humanidad se presenta cono la lucha entre la ciudad de Dios y la del mundo. Estas no son ciudades físicas, sino grupos de personas. La ciudad del mundo esta conformada por personas que se aman únicamente a si mismas, y la ciudad de Dios, por personas dedicadas al culto a Dios.
Estas dos ciudades, entremezcladas, pugnaran por la supremacía hasta el final de los tiempos, cuando la ciudad de Dios gane. Los impostores de la ciudad de Dios, en apariencia buenos, serán expulsados, mientras que los no enemigos de Dios, aun habiendo sido tratados hostilmente por la iglesia, serán admitidos como hijos de Dios.
No podemos identificar a la ciudad del mundo con el Estado, ni a la ciudad de Dios con la Iglesia, aunque hayan sido considerados a menudo los representantes de estos. Las ideas de ciudad terrestre y celeste son reflexiones puramente morales.