Diferencia entre revisiones de «Letrinas de internet»
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Siempre me ha llamado la atención la ingente cantidad de pasiones | Siempre me ha llamado la atención la ingente cantidad de pasiones putrescentes que se desaguan en Internet. Algunos amigos que mantienen blog me confiesan que con frecuencia se ven tentados a abandonarlo, ante la avalancha de comentarios ofensivos o desquiciados que un puñado de sórdidos trolls dejan a sus entradas. Yo mismo, cuando consulto la ediciones electrónicas de los periódicos, me quedo estupefacto ante la retahíla de obscenidades, improperios y calumnias que, en mogollón informe y bilioso, se suceden a las noticias. Y me pregunto si los responsables de tales ediciones electrónicas serán conscientes del daño que tal acumulación de cochambre hace a la credibilidad y prestigio de sus respectivos medios; y, si lo son, por qué permiten su entrada y sedimentación. Algún director de un medio digital especialmente infestado por estos gargajos del odio me ha llegado a confesar –no sé, si hipócritamente – que no hay manera de contener la avalancha de inmundicia... salvo que se impida la participación de los usuarios, que es tanto como renunciar a las potencialidades de Internet. | ||
La pasión putrescente del odio, avivada por el anonimato, ha alcanzado en | La pasión putrescente del odio, avivada por el anonimato, ha alcanzado en Internet un ímpetu de marea que todo lo anega... y no hay dique jurídico que trate de detenerla. Y como, entretanto, se han empezado a disponer diques jurídicos contra otros fenómenos infinitamente menos lesivos que florecen en Internet, como la descarga de canciones y películas (que, en puridad, es un servicio de intercambio gratuito que los usuarios entablan sin ánimo de lucro), uno se pregunta si en el mantenimiento de Internet como desaguadero de odios no habrá alguien que salga beneficiado. En un número anterior de esta revista el profesor Santiago Niño Becerra anunciaba que, en un futuro próximo, los gobiernos legalizarán la venta de marihuana para “que la gente no sea agresiva y esté tranquila y relajada”; esto es, para que no se revuelva contra los artífices de su miseria, en estos tiempos de vacas flacas y horizonte laboral cada vez más angosto. Y me pregunto si las letrinas de Internet donde se desagua el odio no estarán siendo la marihuana que aparta la agresividad de la gente de los artífices de su miseria, para dirigirla contra quienes la denunciamos. | ||
<div align="right">JUAN MANUEL DE PRADA</div> | <div align="right">JUAN MANUEL DE PRADA</div> | ||
<div align="right">PAU JUNIO 2010 | <div align="right">PAU JUNIO 2010 | ||
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Revisión actual del 17:03 26 dic 2012
Siempre me ha llamado la atención la ingente cantidad de pasiones putrescentes que se desaguan en Internet. Algunos amigos que mantienen blog me confiesan que con frecuencia se ven tentados a abandonarlo, ante la avalancha de comentarios ofensivos o desquiciados que un puñado de sórdidos trolls dejan a sus entradas. Yo mismo, cuando consulto la ediciones electrónicas de los periódicos, me quedo estupefacto ante la retahíla de obscenidades, improperios y calumnias que, en mogollón informe y bilioso, se suceden a las noticias. Y me pregunto si los responsables de tales ediciones electrónicas serán conscientes del daño que tal acumulación de cochambre hace a la credibilidad y prestigio de sus respectivos medios; y, si lo son, por qué permiten su entrada y sedimentación. Algún director de un medio digital especialmente infestado por estos gargajos del odio me ha llegado a confesar –no sé, si hipócritamente – que no hay manera de contener la avalancha de inmundicia... salvo que se impida la participación de los usuarios, que es tanto como renunciar a las potencialidades de Internet.
La pasión putrescente del odio, avivada por el anonimato, ha alcanzado en Internet un ímpetu de marea que todo lo anega... y no hay dique jurídico que trate de detenerla. Y como, entretanto, se han empezado a disponer diques jurídicos contra otros fenómenos infinitamente menos lesivos que florecen en Internet, como la descarga de canciones y películas (que, en puridad, es un servicio de intercambio gratuito que los usuarios entablan sin ánimo de lucro), uno se pregunta si en el mantenimiento de Internet como desaguadero de odios no habrá alguien que salga beneficiado. En un número anterior de esta revista el profesor Santiago Niño Becerra anunciaba que, en un futuro próximo, los gobiernos legalizarán la venta de marihuana para “que la gente no sea agresiva y esté tranquila y relajada”; esto es, para que no se revuelva contra los artífices de su miseria, en estos tiempos de vacas flacas y horizonte laboral cada vez más angosto. Y me pregunto si las letrinas de Internet donde se desagua el odio no estarán siendo la marihuana que aparta la agresividad de la gente de los artífices de su miseria, para dirigirla contra quienes la denunciamos.